Es un personaje menos conocido de lo que parece.
Una mujer que no reinó aun siendo la legítima reina, da mucho juego, y si a esto añadimos la idea de que Juana enloqueció por amor, nos conduce directamente a concebirla como un personaje legendario donde la realidad y la fantasía se mezclan.
Cada vez que se habla o escribe algo sobre Juana se centra en su locura. Pero… ¿por qué?. Tal planteamiento obliga a juzgar cualquier actuación de la Reina como más o menos cuerda, pero siempre teniendo presente su demencia o lucidez según el caso. “Falta de juicio”, “juicio estragado”, “sin ningún seso”, “no muy en sus cabales”…
Establecido esto, sólo cabía la posibilidad de ejercer el poder en su nombre y se tomó una decisión transcendental: la Reina debía ser apartada de todo y de todos.
Sus familiares y deudos se hicieron con el poder y con las riquezas; y por todo ello, el pago que recibió fue el encierro y la soledad, cuando no el castigo, psíquico y físico.